Ritos funerarios aztecas Parte 2: Los que no van al Mictlán
Cuando los españoles tuvieron contacto en 1519, descubrieron con asombro y terror algunos de los ritos funerarios aztecas en donde los mexicas sacrificaban seres humanos y mutilaban sus cadáveres para cocinarlos.
Si bien, Hernán Cortés y sus conquistadores tuvieron contacto con los mexicas hasta 1519, el primer acercamiento con las prácticas de canibalismo de los nativos fue en 1518, cuando Diego Velázquez, gobernador de Cuba, puso al explorador extremeño al mando de una armada compuesta por 11 navíos y 600 hombres.
De esta manera, Cortés partió hacia México, arribando en Tabasco, en donde los españoles descubrieron con asombro la antropofagia local, después de haber vencido varias veces a los nativos.
Tras entrar en territorio mexicano, llegaron y fundaron la ciudad de Veracruz, la cual debe su nombre a que los españoles entraron a este poblado el “viernes de la Cruz”. Sería aquí donde Cortés pediría a su lugarteniente Pedro de Alvarado explorar las nuevas tierras.
Alvarado fue internandóse en el nuevo territorio, confirmando que en cada poblado que tomaban había los llamados “cues” (pequeñas estructuras piramidales) repletos de cadáveres a los cuales se les había quitado el corazón para ofrendarse a los dioses. “ Hallaron aquellos cuerpos muertos sin brazos y piernas e dijeron que otros indios los habían llevado para comer”, así lo narra Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. En otra expedición, donde los españoles llegaron a Cempoala, los soldados quedaron aterrados al ver que les cortaban las extremidades a los prisioneros para comérselas.
En el verano de 1519, cuando Cortés llegó con los tlaxcaltecas, enemigos acérrimos de los mexicas, Bernal Díaz del Castillo narra con asombro cómo, no solo era habitual la antropofagia, sino que se encerraba a los prisioneros en jaulas de madera antes de ser sacrificados para alimentarlos “hasta que estuviesen gordos para sacrificar y comer”. El extremeño intentó convencer y obligar a los nativos a abandonar tan terrible práctica pero sería en vano.
Tenochtitlán es roja
Una vez que los tlaxcaltecas decidieron apoyar a los españoles, se dirigieron a Tenochtitlán, arribando en 1519 y siendo recibidos con toda la pompa por Moctezuma, pensando que eran la personificación de sus dioses.
Si bien, los aztecas se asustaron ante las barbas, armas y animales de los españoles, estos quedaron petrificados al ver algunas prácticas cotidianas para este pueblo. Como explica Bernal Díaz del Castillo durante una de las cenas de decenas de platos que le ofrecían a Moctezuma cada noche: “Oí decir que [le] solían guisar carnes de muchachos de poca edad; y que como tenían tanta diversidad de guisados y de tantas cosas no lo echábamos de ver; porque cuotidianamente le guisaban gallinas y gallos de papada, faisanes, perdices, pajaritos de caña, palomas, liebres, conejos y muchas maneras de aves”. Y continúa, “nuestro capitán le afeó el sacrificio y comer carne humana”, lo que hizo que, “desde entonces, […] no le guisasen tal manjar”.
Varios cronistas de la época, han explicado que el emperador mexica no solía comer carne humana, y que solo disfrutaba de ella cuando se hacía un sacrificio. Y es que, en el ritual era una empoderante que el muslo derecho de la víctima estaba destinado para el emperador.
La divinidad en la carne
Antes que nada es muy importante saber que la élite de los mexicas o aztecas practicó la antropofagia solo con fines religiosos, en rituales que tenían como objetivo realizar una especie de comunión con sus dioses.
El ritual de sacrificio siempre era el mismo. Para comenzar cuatro sacerdotes, en lo alto de una pirámide, sujetaban los brazos y piernas de aquel a quien iban a ofrecer a sus dioses. Mientras tanto, un cuarto sacerdote abría el pecho de la víctima con un cuchillo de obsidiana para arrancarle el corazón para darlo en ofrenda a los dioses, para después hacer rodar el cadáver escalones abajo. De acuerdo a Díaz del Castillo, “allí, algunos, a los que denominaban cuacuacuiltin, se apoderaban de él y lo llevaban hasta las casas que llamaban calpulli, donde lo desmembraban y lo dividían a fin de comerlo”.
Este “peculiar” platillo se solía hacer con maíz. De acuerdo a algunos cronistas, los brazos y las piernas eran cocinados con pimientos y la palma de la mano era un “bocado exquisito”.
Aquellos destinados a caer bajo el cuchillo de obsidiana solían ser guerreros capturados en batalla, aunque esto no ocurría siempre. Francisco López de Gómora nos explica: “Quiero contar la manera que [los] mexicanos tienen en hacer esclavos, porque es muy diferente de la nuestra. Los cautivos en guerra no servían de esclavos, sino de sacrificados, y no hacían más de comer para ser comidos. Los padres podían vender por esclavos a sus hijos, y cada hombre y mujer a sí mismo. Cuando alguno se vendía, había de pasar la venta delante a lo menos de cuatro testigos”.
Es importante destacar que, incluso los conquistadores, entendieron que dicho ritual no era sinónimo de maldad dentro de la sociedad azteca. Los “dueños” de las víctimas establecían una relación casi paternal con ellos, y una vez que era asesinada, no comían su carne.
Estos rituales sagrados tenían como propósito ingerir la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados. Los sacerdotes mexicas creían que por medio de estos sacrificios, convertían a la víctima en un dios reencarnado, convirtiéndose en carne consagrada. Por lo que, al ingerir su carne después de ciertas oraciones, practicaban una especie de comunión con la divinidad.
La élite de los mexicas o aztecas practicó la antropofagia en ciertos rituales de carácter religioso con el propósito de alcanzar una comunión con la divinidad. Las piernas y los brazos eran las partes más apreciadas y las que se consumían con mayor frecuencia, mientras que las manos y los pies se destinaban exclusivamente al gran sacerdote y al gobernante, al ser las más apetitosas. En cuanto a la sangre, esta nunca se consumía, ya que era alimento exclusivo de los dioses. Por su parte los guerreros podían comer carne humana en ciertas ceremonias.
Dichas ceremonias se llevaban a cabo en fechas específicas, como por ejemplo, en las fiestas del atlcahualo, celebración que se realizaba el primer mes del año en el calendario mexica, durante las cuales sacrificaban niños en honor de los dioses del agua o de la lluvia. Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes, quienes realizaban la llamada occisión ritual (muerte violenta), ya que de esta manera aportaban la energía vital de las personas a los dioses. Para después, cocinar dicha carne y ser comida.
Buscando alimento
Diversas investigaciones mostraron que los aztecas comían carne humana para contrarrestar la falta de animales para domesticar en la región, es por esta razón que los mexicas interpretaban la guerra como una forma de “caza organizada” para conseguir alimentos.
Esto se debió, principalmente, a que en el nuevo continente era difícil domesticar animales para su posterior ingesta, caso contrario a lo que ocurría en el Viejo Mundo, haciendo que los europeos vieran está práctica con horror.
Si bien, las prácticas de sacrificio y canibalismo de los aztecas siguen siendo sujetos a discusión y polémica, lo cierto es que las enorme cantidad de evidencia y relatos de los conquistadores nos hablan de una cultura no sólo guerrera (como siempre se había planteado) sino altamente espiritual, por mucho que sus prácticas y violencia nos cause asombro el día de hoy.
BIBLIOGRAFÍA
El altar azteca de sacrificios que horrorizó a Hernán Cortés y a los conquistadores españoles.
El canibalismo azteca: relectura y desdoblamientos, Óscar Calavia Sánchez.
Historia de las Indias de Nueva España y islas de Tierra Firme. : Tomo I, Fray Diego Durán.